Un «chivatazo» delató a Genaro

Noticia publicada en ElPeriódico de Huelva el domingo 23 de octubre de 2011
Autor: Ígor R. Iglesias

¿Por qué después de tantos años la Policía da con los cuerpos de dos desaparecidos en una finca que ya fue objeto de investigación hace 18 años?

La respuesta es sencilla: “Fue un chivatazo”, según ha podido saber esta redacción.

Todo se acaba sabiendo y especialmente cuando un asesino confía a alguien su gran secreto: dónde ocultó los cuerpos. Al final, el confidente acaba hablando, movido por los remordimientos.

No ha trascendido la identidad de esta persona ni tampoco si se trata de alguien que pudiera haber ayudado a ocultar los cuerpos o si se trata de alguien a quien Genaro Ramallo habría confesado el mayor de sus muchos secretos.

Ramallo, en una carta remitida a esta redacción el pasado 27 de septiembre, tres días antes de ser detenido, negó haber cometido asesinato: “No soy un uxoricida (hombre que mata a su pareja) y mucho menos un infanticida”, escribió de su puño y letra. Negó ser un asesino, pero no haberlos enterrado: “Encontré sus cuerpos sin vida”, aseguró en aquella carta, aunque sin citar nada sobre el ocultamiento de los cadáveres, tan solo que “es muy difícil resumir en una carta la complejidad de circunstancias que obligan a un hombre a mentir”.

Pero el “chivatazo” ha terminado por desvelar un secreto que podría haber permanecido oculto indefinidamente.

Esto que indican fuentes cercanas al caso coincide con las palabras de uno de los testigos del mismo que indica que “alguien muy certero le dijo a la Policía: está aquí; si no, nunca hubieran dado con los cadáveres”.

La investigación policial también hubo de acompañarse de prospecciones geotécnicas en la búsqueda de restos óseos.

Las ramas de los árboles no jugaron a favor de los investigadores, que antes de dar con los huesos de María del Carmen y Antonio inspeccionaron dos áreas de la misma finca. En la primera, se abrieron varias zanjas bajo los diferentes árboles que se encuentran en tal área, especialmente en dos puntos muy señalados, bajo una higuera y un olivo. En este último lugar se fue muy concienzudo por parte de los agentes de la Policía, ya que la zanja, de 45 centímetros de profundidad y dos metros de largo deja claro qué buscaban.

Sin duda, unos cadáveres que no aparecieron aquí, en este primer punto, ni en el siguiente, situado en el otro extremo de la finca.

 

el chivatazo // Tales trabajos se estuvieron desarrollando durante cerca de tres meses, después de que la Policía Judicial de Sevilla abriera el caso a expensas del Juzgado de Instrucción número 3 de Huelva, que recibió una denuncia sobre el asunto en 2011, 18 años después de la desaparición de la mujer y su hijo, según fuentes judiciales.

La búsqueda in situ fue acompañada de múltiples interrogatorios a todos los que tienen algo que ver con la finca y la zona donde se encuentra la misma: linderos, vecinos de la cercana aldea de Calabazares, vecinos de Almonaster, así como allegados de Genaro Ramallo en Huelva capital: en su domicilio actual de Punta Umbría, en su academia de Huelva y en el piso alquilado de Los Rosales, que adquirió en 1990 con María del Carmen para vivir con esta y el hijo de ambos: las dos víctimas.

Fue uno de estos interrogatorios (el del “chivatazo”) el que permitió saber con exactitud que el tercer sitio en el que se buscó era donde hasta el verano de 1993 lucía un pozo a ras de suelo, que en la zona llaman venero. Esto explica por qué en este tercer punto sólo se realizó una única perforación, dejando al descubierto el pozo y dentro de éste, los cadáveres, envueltos en plásticos, con la cabeza de la mujer dentro de una bolsa y la bicicleta del niño junto a los restos óseos.

Los linderos consultados por esta redacción indican que no sabían nada de ningún pozo: esto implica o que mienten, para no verse involucrados en la historia, o que el pozo estaba ya tapado en 1993, desde tiempo inmemorial, y que quien enterrara los cadáveres sí conocía su existencia.

 

un mal cálculo // Genaro Ramallo, que ha admitido haber encontrado los cuerpos sin vida de las víctimas, no fue el único que conocía su secreto mejor guardado.

Contárselo a alguien o compartir la autoría del delito con otra persona fue un mal cálculo para un profesor de matemáticas, que habría confiado en que el tiempo terminara por tapar el suceso, como la tierra sobre los cadáveres ocultaban los cuerpos a la vista de todos.

No se sabe quién puede ser la persona que está detrás de esta confesión y que ha permitido conocer la localización exacta de los cuerpos. En este sentido, no ha trascendido si se trata de una persona que habría cooperado con el presunto asesino o con quien ocultó los cuerpos o simplemente alguien a quien se le habría confiado un secreto que no pudo guardar, quizá por remordimientos.

El secreto de sumario impuesto por la jueza del Instrucción número 3 de Huelva no sólo guarda para sí los detalles más escabrosos del asunto, también la identidad de todos los que han tenido relación con el caso: testigos, confidentes, familiares.

Algunas de estas personas han sido entrevistadas por esta redacción, que fue la primera en desvelar la noticia y que ha puesto en pie una historia que permanecía oculta para todos, excepto para el presunto autor del delito (y su posible cómplice).

Esta historia, ha permito saber cómo “en la época de los luctuosos hechos”, como Genaro llama al tiempo en el que su esposa e hijo fueron asesinados, el acusado “compartía mi vida entre dos casas y dos mujeres”, con un hijo con María del Carmen (Antonio, cuyo cuerpo fue hallado en el pozo), y una hija con Juani, la segunda pareja, con la que comenzó una convivencia a los pocos meses de la desaparición en la vivienda de María del Carmen y Antonio (Luisa Ramallo es el nombre de la hija de Genaro, que tiene 23 años).

Además de tener “dos mujeres”, el acusado por las muertes también tenía otros amoríos: “Aún no sé por qué extraña a matemática sacaba tiempo para ocasionales deslices”, indica en la carta remitida a esta redacción.

Genaro reconoce que “como pareja y marido” fue “pésimo”, ya que “la infidelidad me ha perseguido siempre como túnica de hierro por todos mis caminos”.

Según Ramallo Guevara su “compleja situación” le llevó a la “clandestinidad”, indicando que las circunstancias de los hechos “no son de este lugar” y que se ha visto “obligado” a mentir.

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